Los años de la abuela desaparecieron en su memoria. Sabía que hoy cumplía muchos pero prefería olvidarlo. Con absoluto desparpajo me respondió ante la indiscreta pregunta: “Los años se me perdieron igual que las gafas, mijita”. Una carcajada puso punto final a mi curiosidad y entonces me di cuenta de que aquella hermosa mujer que había visto pasar noventa y tres primaveras e incontables huracanes, sería siempre la linda guajirita batabanoense que se enamoró de un pescador que pintaba cuadros. La muchacha más bonita del pueblo. La abuela dulcísima que no para de tejer mientras me espera y que huele a hogar en todos mis sueños.
Belkys Rodríguez Blanco ©