Atasco


Tiritan de frío. Se apretujan y poco a poco van formando una masa compacta, indivisible. Entonces se atascan. Comienzo a atragantarme y no hay manera de echarlas fuera. El viento las azota apático y se les pone una piel de gallina morada. Se apiñan más aún hasta volverse una pelota monumental. Porque llegan otras, las rezagadas, las despistadas, las que se quedaron dándose un baño en el tintero y se van metiendo como sea. Empujan, gritan y las que llegaron primero se quejan, lanzan improperios, alaridos y las más osadas sacan el puño para golpear a las intrusas.
No puedo contarlas porque son parte de un solo cuerpo que se infla y está a punto de reventar. Me cuesta respirar. Siguen llegando. Afuera aúllan el vendaval y la noche. En la garganta un nudo de palabras crece y se ramifica en mis cuerdas vocales. En vano intento introducir un dedo en la boca para vomitar. Hasta la lengua está bajo el control de miles de letras indolentes, absurdas, despechadas. Solo me queda apretarme  el cuello para ver si por lo menos logro asustarlas y se quedan en silencio.

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