La señora de setenta años mira desconcertada la foto que su hijo cincuentón le acababa de tomar con una cámara digital Nikon. Él tampoco se lo puede creer. Ni una sola arruga en su rostro. Se ve perfecta como cuando tenía quince años. La piel tersa y blanquísima, el brillo en sus ojos azules, un mechón rubio sobre la frente. El hijo le pide que le haga una, primer plano, para la página web donde pretende encontrar su media naranja. La señora aprieta el disparador. Inmediatamente mira la pantalla y no puede reprimir el grito. El rostro que ve reflejado es el de un cadáver en descomposición. Él no le da importancia. Piensa que se trata de una broma macabra ideada por un asiático aburrido. Regresan a la tienda donde la han comprado y el cincuentón le dice al dueño que le devuelva su dinero, que la cámara está defectuosa. El hombre, asombrado, decide probarla tomándole una instantánea al dependiente que está a su lado. “La cámara funciona perfectamente, caballero”. Tres días después, la señora, compungida, se acerca a la tienda de equipos electrónicos. Su hijo ha muerto de manera repentina y ella cree que allí podrán darle alguna explicación lógica. Al llegar ve el cartel colgado en la puerta: “Cerrado por defunción de un dependiente. Sentimos las molestias”. Perpleja, la señora busca un banco en un parque cercano y se sienta. Todo es absurdo y ahora mismo sus niveles de glucosa andan por los suelos. En un intento por distraerse, abre la caja donde está guardada la cámara fotográfica y comienza a leer el manual de instrucciones. Al final, escrita en mayúsculas, una advertencia devastadora:
CÁMARA DIGITAL NIKON MADE IN JAPAN CON SISTEMA LIFTING INCORPORADO. SOLO PARA SEÑORAS. SU USO EN CABALLEROS PUEDE OCASIONAR DAÑOS IRREVERSIBLES E INCLUSO LA MUERTE. EL FABRICANTE NO SE HACE RESPONSABLE DE LOS DAÑOS POR NEGLIGENCIA.