Huele a tierra mojada. Las gotas casi invisibles van labrando surcos sobre el polvo. Cae la llovizna y mi piel se humedece recordando tu abrazo. Las nubes están a punto de reventar, pero el viento las empuja y ellas, resignadas, se marchan a descargar su furia sobre otros horizontes. El sol se bebe el agua sobre el pavimento. Los aguaceros esperan adormilados en otras latitudes. Las caricias se despiertan y aguardan pacientes el próximo encuentro.