Nació el día que llegó la calima. Salió con dificultad del capullo y en cuanto le dio el aire se puso a estornudar. Sus pequeñas alas estaban un poco arrugadas porque dentro de su casita no había mucho espacio que digamos. Ella es una mariposa Monarca, como Ángeles. Sus colores naranja y negro saludaron al sol y se desplegaron para secarse y emprender el vuelo. A Ángeles se le mojaron mucho las alas un día lluvioso de noviembre y no pudo volver a volar. Se quedó quieta y callada y ahora sólo puedo verla en mis sueños.
Alejandra es hija de una mariposa que recorrió miles de kilómetros buscando una planta llamada Asclepia para depositar sus huevos. Antes de convertirse en este ser alado que ahora intenta emprender su primer vuelo, fue una oruga verde de rayas negras que engulló muchas hojas de esta planta de hojas alargadas y florecitas rojas y amarillas. Luego tejió una guarida para refugiarse del viento y la lluvia, y ahí permaneció unas cuantas semanas hasta que, el día de la calima, sacó su cabecita y lanzó su primer estornudo.
Alejandra ya está lista para volar sobre los tejados de la ciudad. Sus alas son fuertes y hermosas. Como ella entiende y conoce el mundo de los sueños, le he pedido que si ve revoloteando a una mariposita tropical llamada Ángeles, la abrace muy fuerte y le diga que la echo de menos. Espero que allí donde esté haya un sol radiante y un cielo del color del océano.
Alejandra bate sus alas una, dos, tres, cuatro veces. Es su manera de despedirse. Algo parecido a la tristeza me aguijonea la boca del estómago. Creo que también la echaré de menos, pero pronto otra Monarca llegará y, en unos pocos días, las orugas devorarán las hojas de la Asclepia y todo volverá a empezar.