El agua y la roca

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El agua suplicó a la roca una plegaria. En su ir y venir nunca encontraba el sosiego. A veces la acariciaba con leves salpicaduras saladas y, otras, arremetía con febril locura hasta arrancar de su aspereza el más dulce recuerdo.

La roca siempre estaba serena, firme, aferrada al suelo con sus raíces milenarias, soportando los envites de las tempestades. Aun cuando el agua aparentaba mansedumbre, en lo más profundo de su ser se gestaba cada día alguna tormenta.

El agua susurró a la roca un lamento y un par de lágrimas inoportunas se colaron entre las oquedades esculpidas por el salitre. La roca, paciente y generosa se bebió la pena y, desafiando el oleaje, se quedó mirando al horizonte, cabizbaja, callada, aguardando su destino.  


Belkys Rodríguez Blanco ©

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