Muy cerca de la estrella polar, las hadas y los elfos me susurraron un secreto y yo, incrédula, tan solo sonreí mientras los colores de la aurora boreal iban construyendo un camino hacia el sur. Ahora sé que todo lo que me contaron era cierto. Y estoy aquí, exactamente donde ellos me dijeron que me traería el destino. Ya no me preocupan los puntos cardinales. No necesito ningún instrumento para encontrarme. Sé que hacia el norte están tus huellas y en el sur me esperan tus caricias. El este guarda con celo los colores de la mañana, y en el oeste los últimos minutos de la tarde me seducen antes de que se asome la luna. La primera estrella me hace un guiño cómplice y yo acepto la bondad de esa luz que me cura los sentidos.