La decisión de la escoba

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La bruja Lolita se ha hecho mayor y la altura le produce vértigo, sobre todo en las noches de luna llena. La escoba, harta de lo que ella misma denomina alteraciones ocasionales del equilibrio debido a la ingesta de bebidas espiritosas, ha decidido no volver a acompañarla en esos vuelos en los que solo escucha comentarios agoreros, entre hipos y eructos con olor a ron barato. Más de una vez Lolita se ha quedado en tierra, dando tumbos en los barrios de la periferia y pidiendo a gritos un taxi que la lleve de vuelta al centro. Después de la jubilación de la hechicera, siguen compartiendo piso. Lolita ha dejado de beber y pasa las horas frente al ordenador haciendo un curso a distancia de magia negra, mientras la escoba se ocupa de las labores domésticas, se mete temprano bajo la manta, se levanta cuando canta el gallo, y ayuda al barrendero a deshacerse de los gatos negros y los filtros de amor que dejan tirados por todas partes las brujas aprendices. 

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