La roca en su silencio

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La frialdad acarició la roca sin lujuria, sin aspavientos. Ella se estremeció pensando en el abrazo truncado por el destino, en las noches solitarias de luna menguante, en la mueca infame del desamor.

La roca resistió el embate de las olas, la impiedad de los vientos, el aullido de la oscuridad y la indiferencia de la espuma. Asustada, se acurrucó en el regazo del silencio y allí se quedó inmóvil, sangrante.

Solo el tiempo se apiadó de ella y la despojó de asperezas, de memoria, de incertidumbre, de cicatrices. Ahora, el mar la arrulla, el viento la adormila, la oscuridad la arropa y la espuma la abraza antes de abandonarla a su suerte.

Belkys Rodríguez Blanco ©

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