A Manuel
Mientras amanece intenta acallar los malos augurios de los diarios, el veneno que se proponen inyectar a toda costa, resentimientos, batallas absurdas, cánticos de muerte. Contempla el reposo del mar en una isla que despierta y reza por la Vida, la celebra, aplaude la Vida y se aferra a ella como el náufrago que es, recorriendo una patria infinita, sin muros, sin odios, libre de mentiras.
El salitre lame parsimoniosamente la furia y las heridas, ausencias impuestas, derrotas como llagas adheridas a sus pies. Sus raíces ancladas en la Vida se desparraman por un territorio más allá de islas y continentes, el de su infancia, el barrio y los abuelos. Allí vuelve cada tarde callado, de puntillas, agradecido, sin olvidar lo que es: un náufrago apátrida que flota abrazado al viento, a la deriva.
Belkys Rodríguez Blanco ©