Oídos sordos

guerra cambio climático
Huracanes, misiles norcoreanos, Trump, terremotos, atentados terroristas, tortugas errantes que engullen bolsas de plásticos, niños hambrientos y bombardeados. La sinrazón nos susurra su profético descalabro. Oídos sordos, avaricia, egoísmo. Todos cabizbajos, indiferentes, ensimismados en la pantalla del teléfono móvil. Cómo iba a importarnos un perro que gime abandonado en la cuneta, si miramos hacia otro lado cuando un ser humano se desangra en un país remoto, víctima de un conflicto que ha provocado alguien que ni siquiera habla su idioma.
 
Los mismos que venden las armas se preguntan por qué no hay paz en el mundo. La sinrazón campa a sus anchas y se burla de la ambigüedad del ser humano. Intento mantener a raya las pesadillas, pero son obstinadas y vuelven cada noche con su letanía. El día menos pensado, el psicópata de turno apretará el botón y nos iremos todos a la mierda. Seremos polvo espacial observando boquiabiertos y desconcertados cómo el mundo arde en su propia miseria.
 
Cómo iba a importarnos que el oso polar se extinga, si apagamos el telediario para no enterarnos de que la gente muere en medio del mar intentando alcanzar un sueño. Si seguimos mirando disimuladamente hacia otro lugar, no seremos distintos de aquellos que, vestidos con trajes caros, manejan nuestro destino desde su oficina en un rascacielos. Intento mantener a raya una pesadilla recurrente: el psicópata de turno nos obliga a apretar el botón, para no sentirse culpable de la destrucción del mundo.
 
Foto: Hasan Almasi en Unsplash

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