Luces del Norte
A Diego, mi duende del invierno. El niño se quedó mirando fijamente el gran ventanal. En sus pupilas se reflejaban aquellas serpientes multicolores y ondulantes que recorrían con parsimonia el cielo polar. La madre lo vio sonreír y agitar las manitos como si quisiera alcanzarlas. Ella también tenía la vista fija en el amplio cristal.