Desidia

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Se refugió dentro de sí mismo y el tiempo se le enquistó en el alma. Los minutos y las horas se diluyeron lentamente en un río de aguas apacibles y traicioneras. Se quedó sin latidos y la vida se volvió escurridiza en la espera. Se acurrucó indefenso en el regazo de la desidia y allí lo sorprendió el alba, contemplando el techo, los ojos enrojecidos, los brazos cruzados sobre el pecho, los sueños desparramados por el suelo, la respiración agonizante. Dentro de sí mismo encontró ese raro sosiego que antecede la muerte. Los amaneceres se quedaron sin motivos. Las noches lo invitaron al cansancio. La vida exhaló un suspiro de alivio dentro de aquellas cuatro paredes. La desidia lo convirtió en marioneta y movió sus hilos hasta el borde del abismo. Y allí se quedó, contemplando resignado el último día de su anodina existencia.

Belkys Rodríguez Blanco ©

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