Boniato y cerveza

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La Paca despertó angustiada y sudorosa a las tres de la madrugada. Los días de dormir plácidamente hasta bien entrada la mañana habían terminado. Unos meses atrás escuchó una conversación que la alarmó. Varias mujeres de más de 45 años, sentadas en la heladería italiana donde ella solía ir tres veces por semana, hablaban de un proceso llamado premenopausia y sus terribles consecuencias. Una de ellas, que había sido modelo de Victoria Secret, lloraba desconsoladamente, mientras contaba a sus amigas los cambios en su peso corporal, los continuos dolores de cabeza, la irritabilidad, el insomnio y la disminución del apetito sexual. “Soy un despojo humano”, aseguraba limpiándose los mocos con un pañuelito de seda.

Ahora, ella estaba experimentando en su propio pellejo aquellos síntomas que, sin dudas, indicaban la alarmante llegada de la decadencia y presintió que avanzaba cuesta abajo, con los frenos averiados. Lo peor eran los sofocos y las noches en vela. Ni las duchas de agua fría mitigaban el fuego que devoraba su piel. Desesperada, se paseaba por la casa encueros abanicándose frenéticamente. El silencio de la madrugada, lejos de calmarla, la exasperaba más. Los malos pensamientos martillaban su cerebro, como si miles de campanas tañeran dentro de los oídos. Una voz tenebrosa le susurraba que estaba acabada.

Boniato y cerveza

Harta de que los médicos no le recetaran un fármaco que acabara con su calvario, la Paca tocó a la puerta de una curandera que tenía fama de encontrar siempre una solución para los problemas del cuerpo y del alma. Una tarde calurosa de agosto, entró en la casucha donde vivía la mujer, en el barrio marginal de Jesús María. La apariencia de la anciana, arrugada, famélica y desdentada, la sobresaltó y dibujó una mueca en su rostro. Tomasita hizo un gesto invitándola a sentarse, bebió un trago de ron, cerró los ojos y colocó las manos temblorosas sobre la mesa. “Los cambios de la edad me están enloqueciendo. Ayúdeme”, suplicó la Paca. “Esto no tiene nada que ver con los años, mi reina. Es un mal de ojo y yo te lo voy a curar”, dijo la vieja mientras escupía sobre el rostro de la mujer el chupito de Havana Club añejo.

Tomasita comenzó a rezar en un lenguaje incomprensible poniendo los ojos en blanco. Sus manos callosas, de uñas largas y mugrientas, se aferraron a las de la mujer que, aterrorizada, no sabía si había sido una buena idea acudir a la curandera. “Pásate un huevo por el cuerpo y tíralo detrás del cementerio. Pon una mata de ají picante en la puerta y el mal no volverá a entrar en tu casa”, sentenció la vieja y, visiblemente agotada, le hizo un gesto a la Paca para que se marchara. Desconcertada por aquel remedio tan sencillo para un problema que ella consideraba de gran complejidad, se levantó, dejó un billete de 50 euros sobre la mesa y se fue a su casa con la misma incertidumbre a cuestas.

Boniato y cerveza

“¡Boniato y cerveza”! gritaba con entusiasmo a sus amigas la modelo de Victoria Secret. Ellas, boquiabiertas, no daban crédito a semejante afirmación. Pero la mujer aseguraba que el remedio le había cambiado la vida; su piel había rejuvenecido y ahora lucía tersa y luminosa. Los dolores de cabeza y el insomnio se habían esfumado y su apetito sexual era el de una leona en celo. La algarabía y las risas de aquellas mujeres devolvieron la esperanza a la Paca que, sentada en una mesa cercana, seguía atenta la conversación. Los huevos y el ají picante no habían solucionado su problema, así que, si aquella mujer aseguraba que comiendo boniato y tomando cerveza, habían desaparecido los síntomas, ella también probaría. Pagó la cuenta y se fue a comprar al supermercado de la esquina.

La Paca pasa ahora los días borracha como una cuba y engullendo sin parar puré del milagroso tubérculo. Su marido, alarmado, ha intentado convencerla para que visite a un psicólogo, pero ella afirma que se encuentra perfectamente. Los síntomas de la premenopausia han desaparecido y, por tanto, su calvario. Se siente ahora como una veinteañera, así que ha decidido renovar su fondo de armario, se ha hecho un tatuaje en el nacimiento de los senos, se ha puesto un piercing en el ombligo, y cada noche se va a bailar salsa al Paper Club. Su marido, cansado del voraz apetito sexual de la mujer, ha metido sus pertenencias en una mochila y se ha marchado a un retiro espiritual en la Sierra de Gredos.

https://www.landbactual.com/como-convivir-con-la-menopausia-sin-enloquecer-en-el-intento/

Fotos: Unsplash

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