Él tecleó un nombre de mujer en el ordenador y ella sintió su aliento en la nuca. Al otro lado del mundo, ella cerró los ojos y rozó levemente las teclas antes de escribir los primeros versos. Enter. Mientras él leía el poema, instintivamente tocó con la punta de los dedos su foto de perfil. A más de siete mil kilómetros ella sintió ese cosquilleo en la boca del estómago y cientos de mariposas colonizaron la habitación. Ella tecleó nuevos versos, los observó con cierto pudor y se mordió el labio inferior. Enter. Él echó la cabeza hacia atrás y disfrutó de la reciente caricia. Unas manos de dedos muy finos masajeaban su espalda y luego se adentraban en su pelo ondulado. Abrió los ojos y se perdió en los labios de aquella mujer que lo miraba sonriente desde la pantalla. Ella dejó de teclear y aceptó los besos y las caricias. En medio de la fiesta de gemidos, él pulsó accidentalmente la tecla Delete y se hizo un silencio sepulcral. Angustiado, intentó recuperarla pero ella había desaparecido sin dejar rastro. Comprendió entonces las desventajas del mundo virtual, sobre todo cuando los dedos tocaban la tecla equivocada.
Belkys Rodríguez Blanco ©