Cascada de nubes


Cuentan que las nubes se aburrían en el cielo y decidieron acercarse a las cumbres para ver qué travesura se les ocurría. Abrazadas,  se dejaron caer por las laderas formando una interminable cascada de humo blanco. Boquiabiertos, los pinares contemplaban con deleite aquel suceso inusual. Hasta las piedras milenarias salieron de su letargo y se dejaron seducir por el encanto de aquella avalancha etérea. Al sentirse admiradas, las nubes no quisieron regresar a su rutina en el cielo. Esas figuras caprichosas que antes se disputaban el azul, ahora solo esperan el amanecer para deslizarse y cubrir de blanco lo que casi siempre solía ser verde.

Montañas de Tejeda. Gran Canaria

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