El superviviente

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A Kike, por su valentía y  la bondad en su mirada.

Sé que me entretuve persiguiendo aquellas mariposas y no lo vi venir. Estoy acostumbrado a andar solito de un lado para otro y siempre evito las carreteras, pero los colores de las mariposas me encandilaron. Escuché el frenazo, sentí un dolor agudo en el lomo y ya no supe nada más.
Preferiría olvidar todo lo que vino después, pero el dolor en las patas traseras y las llagas en mi vientre me lo recuerdan cada día. Hubiera dado cualquier cosa por recibir el  tiro de gracia, antes que andar arrastrándome, con este dolor insoportable, las moscas martirizándome y es asco en el rostro de la gente cuando me ve aparecer. Intenté dejar de comer para que la muerte me llevara a otro mundo, donde las cosas tal vez fueran de otra manera. De hecho, estuve muchos días tomando apenas unos sorbitos de agua porque no me apetecía nada más.
Mi amo se desentendió de mí. Lo escuché decir que no tenía “pasta” para llevarme al veterinario, que ya me curaría solo. “El perro se lame las heridas y la saliva lo cura”, le gritó a una persona que, sobrecogida, le decía que buscara ayuda, que yo estaba sufriendo mucho. Algunos humanos piensan que los animales no tenemos sentimientos. Para ellos somos una especie de “cosa” que respira y se mueve de un lado a otro, y que carece de un mundo interior donde la tristeza y la alegría conviven. ¡Qué equivocados están! Por fortuna, no todos son iguales.
Ahora que mi suerte ha cambiado, recuerdo aquella mañana de primavera cuando exhausto y harto de tanto dolor, me rendí. Busqué un rincón oscuro en una casa abandonada y me acurruqué. Quería marcharme, dejar de sentir las punzadas en la barriguita y aquel olor putrefacto que emanaba de los muñones que ahora sustituían mis patas traseras. De repente, sentí un cosquilleo en mi hocico y cuando abrí los ojos pensé que ya estaba muerto: una mariposa Monarca me acariciaba con sus diminutas patas mientras esparcía sobre mi cabeza un polvillo dorado. Entonces la vi. Una mujer que olía a rosas se acercó a mí, me alzó con delicadeza, me envolvió en una manta y me besó en el hocico. “Hola, muchachito. Tranquilo, estamos aquí para ayudarte”. La mariposa se desprendió lentamente de mi hocico y salió por una pequeña ventana por donde se asomaba un pedazo de cielo limpio.

Nota: Esta historia es real. Con todo el amor que me inculcaron mis padres por los animales, dedico esta historia a Kike, un perrito que fue atropellado en la Aldea de San Nicolás, en la isla de Gran Canaria, y abandonado a su suerte. Gracias a la generosidad de la protectora Gran Canaria Pets, hoy Kike se recupera en una casa de acogida. Gracias Stella, Patri y Nati. El mundo necesita muchas personas como ustedes.

5 comentarios en “El superviviente”

  1. Por favor Belkys, me estoy comiento las lagrimas, con que sensibilidad escribes…..
    Gracias, es precioso.
    Podemos ponerlo en el blog de G.C.Pets ?

  2. Muchas gracias a todos. No había aprobado los comentarios pues me despisto un poco todavía con estas cosas y no los había visto. Claro, Gran Canaria Pets, es un regalo para ustedes!!! Gracias. Un abrazo

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