A solas con el pescador, la gaviota y el pez en su agonía. Las mareas se niegan a devolver los recuerdos. Se hundieron callados en las profundidades, abrazados a las conchas y los corales. En las rocas se enquistaron las palabras, frases premeditadas, caricias falsas. El grito campa a su antojo dentro del pecho y se niega a salir a la superficie.
A solas con los restos de tantos naufragios, maldiciendo la inocencia, pidiendo a las corrientes que se apiaden de ella y que arrastren de una vez las ausencias. Bajamar, pleamar, da lo mismo, las naves yacen quemadas y podridas en la indiferencia de las costas.
El pescador se enjuga un líquido salobre que quizá sea una lágrima. La gaviota con las plumas erizadas se lanza con rabia suicida contra la presa escurridiza. El pez moribundo da los últimos coletazos sobre las piedras. Ella en su agonía se retuerce entre mentiras camufladas, arenas movedizas, rezando al mar para que devore de una vez el grito que no claudica.
Belkys Rodríguez Blanco©