La niña caprichosa y el cazador bromista


A pesar del empeño de Caperucita por encontrarse con el lobo, él cambia de atajo casi a diario. Se siente viejo y agotado y ya ni dientes le quedan para devorarlas a ella y a su abuelita. Solo quiere borrar su pasado de malhechor y pasar desapercibido. Pero la niña es caprichosa, así que ha contratado a un detective privado que ha venido desde la capital, para que siga los pasos de su antiguo perseguidor y descubra su itinerario. El cazador, quien sabe muy bien hasta dónde puede llegar la obstinación de esa niñata malcriada, se ha propuesto ayudar a su viejo enemigo: le ha comprado un billete a Paris para que pueda pasear tranquilamente por la avenida de los Campos Elíseos sin ser molestado. Como es un bromista empedernido, después de deshacerse del lobo, ha mandado a la abuelita a una residencia en los Alpes y espera paciente, disfrazado de Jack el Destripador y arropado en la cama donde antes dormía la anciana, a que llegue Caperucita para que le cante una nana y le cuente historias de los hermanos Grimm.

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