Es un refugio para la quietud,
y el mar se acurruca en las aletas
de dos delfines que bailan
ante el crepúsculo y las gaviotas.
La tarde es un susurro
de besos como retoños,
de raíces como laberintos,
de conchas como destinos.
No sé por qué faltas
en esta tarde de encuentros,
por qué te despides
en medio de la fiesta
de peces y caricias.
No entiendo la distancia
en una tarde de delfines
que acuden al reclamo
de mi lengua y mis sentidos.
La tarde, amor,
es apenas una estela
que se queda olvidada
a la orilla de un beso.