Mariposa en el océano

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A la memoria de mi abue, la muchacha más bonita del pueblo.


Ella también se convirtió en mariposa y voló a ras de los mares. Ella tenía la sonrisa diáfana, las manos laboriosas, los ojos grandes y nobles y una canción siempre en los labios. Ella amó a un playerito que fue pintor y marinero. En aquel valle plateado de luna se juraron amor eterno y así fue y sigue siendo. Ella nunca lloraba cuando me iba y me decía que me esperaría. Y así fue.

Sus alas de mariposa azul se pegaron a mi rostro para que yo pudiera disimular mis lágrimas. Luego voló con elegancia sobre los verdes campos custodiados por ceibas, algarrobos, jagüeyes, framboyanes y palmas reales. El aleteo se volvió melodía, la canción que ella le cantaba al amor de su vida, mientras yo besaba su frente y sus cabellos blancos.

Susurró mi nombre y un te quiero como despedida. El alma se quebró. El lamento fue callado y punzante. Anduvo sigiloso, sosteniendo mi sombra en la caída. Ella se convirtió en mariposa y ahora descansa sobre esas flores que flotan a la deriva en mis recuerdos y en la distancia.

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