Sopla, Alisio, y manda a la calima de vuelta a la otra orilla. Tengo arena hasta en el ombligo y jamás he pisado el desierto. La garganta reseca pide silenciosa un aguacero. Envía el rayo, Changó. Sé generosa con los que sobreviven en otras costas. Que de cada nubarrón venga una cascada que sacie la sed de los sentidos. No te faltarán la miel, las manzanas y las rosas rojas ¡Lo juro por la tierra que quema las suelas de mis zapatos!
Yemayá, salpica la desnudez de mi cuerpo con tus gotas saladas. Apacigua esta piel reseca que arde y se consume en la agonía de los atardeceres ajenos. Déjame nadar en tu vientre como un pez extraviado. Cobíjame en el azul piadoso de tu manto. A cambio, te dejaré frutas frescas en la orilla, una paloma blanca, albahaca, lo que me pidas. Sopla, Alisio, empuja con ímpetu esta isla que se extingue en unas costas que no le pertenecen.
Belkys Rodríguez Banco ©