Deja que la brisa sea tus alas. Tiende el corazón al viento para que cicatricen viejas heridas. Deja que el mar encabritado te salpique cada sueño, cada derrota, cada acierto. Tiende las alas mojadas en la orilla. El salitre las cura, las fortalece, las renueva. Despliega luego el alma y acepta la bondad de una mirada, la parsimonia de unas manos que te acarician sin lujuria.