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Bolita de mar

Todos me llaman bolita de nube pero yo no caí del cielo. Soy una criatura marina y nací el día en que la luna se cansó de estar colgada del firmamento y cayó exhausta en el océano. De todas las chispas luminosas que volaron por los aires, víctimas de tan estrepitosa caída, solo sobreviví yo,

Sabor a mango

La única vez que Aurelio me besó su saliva me supo a mango madurito. Me pareció raro porque a él no le gustaban las frutas y mucho menos el mango. Decía que le sabía a purgante y que las hilachas se le metían entre  los dientes y tardaba semanas en librarse de ellas. Si algún

Son de la loma

Lleva la música en los genes. Está segura de que tiene sangre africana aunque la gente le diga que parece europea. En esta isla son todos mestizos. “Aquí el que no tiene de congo tiene de carabalí”, solía asegurar su abuelita. La prueba está en el mulato con rasgos asiáticos que atiende las mesas en

Espíritus del bosque

A Sandra y Dani Se encontraron el día señalado por el viejo castaño. El sol rozaba levemente los cabellos ondulados de ella. Él, abrazado a un árbol, le susurraba historias olvidadas al viento. Ella se acercó casi flotando y, riendo con picardía, le colocó una flor en la solapa. Él sintió el calor en sus

Iris

Se escapó del refugio porque estaba desorientada, confundida, decepcionada. Subió por la pendiente con destreza. El terreno escarpado no era un problema para ella. Sus antepasados habían sido perros de rescate en la montaña y eso se lleva impreso en los genes. Los cuidadores comenzaron a llamarla por su nuevo nombre, pero ella continuó desafiando

El encierro

Lloraba por dentro porque desde que cumplió la mayoría de edad decidió cerrar sus párpados al mundo. “¿Cómo puede una mujer hermosa contar tantas desgracias en una sola edición del telediario?», se preguntaba mientras iba clausurando una a una las ventanas y las puertas de su casa. Se sumió en la más profunda oscuridad, se

Metáforas

Mirando el mar desde la ventana de la residencia, Juan Manuel se acordó de Teresa y lo contó en unos pocos versos. Ahora tiene más de ochenta años, pero las metáforas sobreviven al tiempo y al destino. Tienen una especie de eternidad en su esencia. Recuerda que eran muy jóvenes y ella ya estaba comprometida,

La casta y el bueno

Le dicen Teresita la Casta pero todos saben que se acostó con el  jefe. Alta y flaca como una caña brava, con el pelo muy estirado y recogido en un moño alto, la blusa abrochada hasta el cuello, la falda por debajo de las rodillas y las gafas culo de botella va de un sitio

La espera

No había llegado y eso le daba la posibilidad de imaginar sus gestos, el pelo desordenado, su andar con la cabeza inclinada hacia el suelo por esa manía de buscar caracolas en la orilla. La deseaba y cada minuto miraba su reloj y oteaba el horizonte desde la ventana. Debía ser paciente. Sabía que podía

Sandra en el arcoíris

Sandra se aferró al arcoíris. Tenía que agarrarse a cualquier cosa para no rendirse. Recuerda que la llovizna se mezcló con las lágrimas y bajó por su cuerpo como una cascada de alivio.  Le dolían las manos pero no podía soltarse. Sabía que abajo la esperaba el silencio y eso era lo menos que necesitaba