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Las reglas del juego

Dividida en muchas islas navego en busca de un horizonte escamoteado, roto, una finísima línea que flota aferrada a la última tabla. No busco exactamente la salvación. Solo intento aprender a esquivar la tempestad en medio del océano, para luego llegar a tus costas y quedarme allí, anclada y exhausta. Tampoco pretendo que enciendas un

Una linda guajirita

Rosario  barría el portal de su casa y él pasó conduciendo su Ford de 1956.  Tarareaba una melodía de moda, así que no escuchó el ruido del motor, pero sí el sonido de los cristales rotos. El automóvil se había empotrado en la vidriera de un establecimiento de víveres. Había poca gente a esa hora

El pescador

En su mirada distraída reconozco el sosiego, lo simple del amanecer en otras costas, el recuerdo de aquel día cuando me empeciné en irme a pescar con mi padre en aquella barca que no paraba de ondular mientras yo echaba el estómago por la boca. Tuvimos que regresar al puerto y mi viejo se quedó

Confiar en la suerte mulana

Recorrer las páginas de “Suerte Mulana” (María Jesús Alvarado, Las Palmas de Gran Canaria, 1960) es como abrir ese pequeño cofre de la infancia donde guardamos los recuerdos más entrañables. Puede parecer un libro escrito para niños y adolescentes  pero no lo es. O tal vez sea el homenaje de una mujer a la niña que

Juglar travieso

Vuelves una vez más juglar travieso y obstinado. Intento concentrarme en la lectura de un libro que habla del amor, y entonces apareces tú, saltas sobre las páginas, sonríes burlón y distraes mis sentidos. Sacudo la cabeza pero tu figura sutil me mira desde la puerta que abre la noche, y la luna me hace

Aurora boreal

Parecen serpientes multicolores y ondulantes. Se mueven con parsimonia por el cielo polar. Dejan la piel verde y se visten de violeta o rosado, depende de la ocasión. Dicen que es un fenómeno magnético. Para mí es indiscutiblemente mágico, único. Deseas tener alas para elevarte y abrazarte a la cola de esta serpiente boreal que se

La operación

Después se sentir el pinchazo en la columna vertebral  cerró los ojos y soñó que le cercenaban la pierna con un serrucho descomunal. Flotaba a la deriva en un cielo encapotado mientras unos pajarracos negros le cantaban un reguetón al oído. Intentó incorporarse pero los mareos y las náuseas la dejaron postrada en aquella sopa

Interrogantes

Qué haría yo sin las islas que me habitan, sin el mar de invierno, sin la espuma que llega mansa hasta tus pies, sin las costas de tus propios recuerdos, sin esas gaviotas que se aferran a un sol que titubea ante el abismo, sin esos aviones que desvisten de quietud la tarde, sin estas

Confusión

Sigo hablando del calor, pero ya no sé si es el viento africano o son tus dedos que levemente me rozan los sueños. Cuesta respirar, baja la tensión, el cansancio me atenaza, el insomnio  tienta  la noche, y no sé si es el sol del desierto abrasando los minutos o son tus caricias las que