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La Tarde

La tarde se parece a ti, a mí, a la inocencia. Es un refugio para la quietud, y el mar se acurruca en las aletas de dos delfines que bailan ante el crepúsculo y las gaviotas. La tarde es un susurro de besos como retoños, de raíces como laberintos, de conchas como destinos. No sé

Lo que las moscas te pueden contar

A Piti, por facilitarme la idea. Las moscas en su caótico vuelo matinal sobre una cabeza que se protege del frío como puede, incluso con una peluca grotesca que perteneció a algún antepasado con espíritu carnavalesco, les susurran historias fabulosas a la única oreja que posee: como aquella en la que la mierda de perro tiene una discusión

Habana

Añoro mi ciudad de fortalezas ancestrales, de aliento de salitre, de atardeceres eternos, de techos agónicos, de barcos que se marchan. Juglar soñoliento que le canta a la espera, y deja caer sus párpados centenarios, pero no encuentra reposo a pesar de la noche. Amasijo de luces que danzan eufóricas sobre las olas, de vitrales

Timo

El hombre marca Hugo Boss besó apasionadamente a la chica Gucci. Después de la ceremonia se fueron de luna de miel al Caribe en un yate de lujo. Cuando el océano se tragó el sol, el agua les llegaba a los tobillos. Ninguno de los dos se percató de que el barco era Made in

Mariposa tropical

A mi amiga Ángeles La mariposa observaba los colores de la aurora boreal y se preguntaba si podrían sobrevivir en el cielo caribeño. No se atrevía a interrumpirla porque aquélla ondulaba ensimismada como si fuera besando el cielo de pies a cabeza. Hacía frío y la mariposa agitaba las alas con entusiasmo  intentando mantener su

Las reglas del juego

Dividida en muchas islas navego en busca de un horizonte escamoteado, roto, una finísima línea que flota aferrada a la última tabla. No busco exactamente la salvación. Solo intento aprender a esquivar la tempestad en medio del océano, para luego llegar a tus costas y quedarme allí, anclada y exhausta. Tampoco pretendo que enciendas un

Una linda guajirita

Rosario  barría el portal de su casa y él pasó conduciendo su Ford de 1956.  Tarareaba una melodía de moda, así que no escuchó el ruido del motor, pero sí el sonido de los cristales rotos. El automóvil se había empotrado en la vidriera de un establecimiento de víveres. Había poca gente a esa hora

El pescador

En su mirada distraída reconozco el sosiego, lo simple del amanecer en otras costas, el recuerdo de aquel día cuando me empeciné en irme a pescar con mi padre en aquella barca que no paraba de ondular mientras yo echaba el estómago por la boca. Tuvimos que regresar al puerto y mi viejo se quedó

Confiar en la suerte mulana

Recorrer las páginas de “Suerte Mulana” (María Jesús Alvarado, Las Palmas de Gran Canaria, 1960) es como abrir ese pequeño cofre de la infancia donde guardamos los recuerdos más entrañables. Puede parecer un libro escrito para niños y adolescentes  pero no lo es. O tal vez sea el homenaje de una mujer a la niña que