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Carta a una mariposa habanera

Querida Ángeles:   No hay mariposas donde vivo ahora. Hace un par de días vi una pequeñita que pasó fugaz como una estrella blanca en el cielo estival. No se ven muchas estrellas en la ciudad; de todas maneras, yo  siempre pido un deseo, por si alguna se mueve sigilosa, como cuando éramos unas chiquillas

La espera

La ciudad en su quietud, callada se desliza hacia la noche; altiva y sigilosa como gata en celo. En el ronroneo se diluye el eco de sus pasos. Balcones que penden indiferentes sobre la calle empedrada.  Los colores se marchan cabizbajos y se refugian en la línea intangible que hay entre tus manos y el

Rabo de nube

Cuando se avecinaba la tormenta, Amanda invocaba a Santa Bárbara. Changó era poderosa y, juntas, ahuyentaban los malos presagios. El cielo se quedaba despejado de nubes inoportunas y el sol volvía a brillar como en una mañana de primavera tropical. Ese don lo había heredado de su bisabuela Rosario. A ella ni los rabos de

A la deriva

Escuchó su voz en la penumbra y supo que no estaba sola. Caminó distraída entre caracolas y sirenas cabizbajas. Juntó piedritas y trozos de sueños dispersos en la orilla. La acompañaba un olor lejano y recurrente: el aroma del pelo de la abuela. Ella olía a hogar, a monte, a risa cristalina, a tardes de

Oídos sordos

Huracanes, misiles norcoreanos, Trump, terremotos, atentados terroristas, tortugas errantes que engullen bolsas de plásticos, niños hambrientos y bombardeados. La sinrazón nos susurra su profético descalabro. Oídos sordos, avaricia, egoísmo. Todos cabizbajos, indiferentes, ensimismados en la pantalla del teléfono móvil. Cómo iba a importarnos un perro que gime abandonado en la cuneta, si miramos hacia otro

El pescador

La caña de pescar era un pretexto. Sabía que los peces jamás se acercarían a esa orilla donde el mar mordía con saña las rocas. Durante un día aciago hacía miles, tal vez millones de años, algún volcán despechado había escupido lava sin misericordia sobre aquellas costas. El hombre se sentó sobre una roca plana

El podólogo

A mi amigo Fer. Mario, el podólogo del pueblo, sufría un trastorno fetichista que lo hacía coleccionar uñas femeninas dentro de una caja de zapatos. Además de liberar a sus clientas de los molestos callos y limar durezas, cortaba cuidadosamente las uñas de los pies y las guardaba como si fueran monedas de oro. Las

Carta a Diego

Mi querido Yeyo: Mi mejor regalo y mi único legado son las palabras. Me apasiona observar sus caprichos y la forma en que van llenando cuartillas a su antojo. Allí donde encuentre un pedazo de papel llenaré de palabras los recuerdos. Tengo los bolsillos casi siempre vacíos de monedas, pero  muchas veces van cargados de

El viajero

A Diego por su nobleza y valentía.   El horizonte observó con curiosidad al viajero y él le sostuvo la mirada. Tenía sangre nómada y unos deseos irrefrenables de conquistar su destino. La estrella polar marcaba el rumbo. La noche era clara y el viento estaba a su favor. El horizonte se preguntaba quién era

Diosa del norte

A mi isla de hielo y fuego Primero fue la ola apaciguando la rudeza de las piedras. Luego las torres desafiando las corrientes. Pájaros marinos a merced de las mareas. Resignados emigrantes viajando al sur, el único punto cardinal habitable. Sin embargo ella, en su porfía, voló al norte, a contracorriente, la mirada indomable, las