Desidia

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Se aflojan las carnes
esperando una caricia.
La sonrisa se transforma
en rictus patético.
El carmín de los labios
se abraza con furia
al borde de la copa vacía.
Camina tambaleante,
el rímel se mezcla con
un par de lágrimas
que bajan con descuido
hasta la comisura de los labios.
Se quita los tacones
y los adoquines
de una ciudad lejana
le muerden con saña
la desnudez de los pies.
Agonizan las carnes
y la sonrisa.
Se sienta moribunda
en un banco de aquella plaza,
en una ciudad en penumbras,
donde los perros de bronce
miran con desdén
a una pareja que se ama
en la quietud de la noche.

Belkys Rodríguez Blanco ©

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