No podía dormir por eso se arrancó los párpados y los tiró a la papelera. Era mejor estar alerta. No podía escribir, así que dejó quieta las manos sobre el regazo y soñó con palabras y con amaneceres. El gallo cantaba a lo lejos, tal vez en su memoria. El insomnio solía ser engañoso cuando se lo proponía.
Belkys Rodríguez Blanco ©