Duendes caza palabras, un caballo manso y el pajarito cantor

libros infantiles

De vez en cuando es sano y necesario volver a la infancia, ese país que habitamos rodeados de duendes traviesos y animalitos. Regresar a esa etapa de nuestra vida nos mantiene a salvo y despierta la imaginación que a veces le da por dormir una siesta demasiado larga. Tener un buen libro de literatura infantil, es como subirse a un globo y volar cada vez más alto. Ver un mundo de colores desde arriba y luego bajar a la tierra a saborear un helado de mango cuando el calor aprieta.

Así me he sentido después de leer “El cazador de palabras y otros duendes”, de Samy Bayala (Alargalavida y Bilenio), y “Azúcar y Alambrito”, de María Gabriela Díaz Gronlier (Círculo Rojo). Ambos están escritos por mujeres que no han olvidado que un día fueron niñas. Cada una de ellas tiene una pluma mágica que cuenta historias para los más pequeños.

Samy nos introduce en un delicioso mundo de duendes que llevan los nombres de los días de la semana; algunos son madrugadores y otros, por ejemplo, son dueños del tiempo y están muy ocupados intentando detenerlo. Los hay entrometidos, caza palabras, los que juegan a esconder cosas y los que se atreven a esculpir nubes.

Algunos son más sonrientes que otros, sin embargo, si te encuentras con cualquiera de ellos la diversión y las aventuras están garantizadas. Yo debo confesar que tengo debilidad por ese tal Duende del Día Martes, el escurridizo, el que no aparece ni buscándolo con una lupa. ¿Se habrá mudado a otro país? Lo cierto es que le chiflan las historias y podría estar escondido entre los libros de tu estantería.

Gabriela sabe que Azúcar no es un duende; es un caballo manso y blanco de mirada dulce. Tiene un amigo que se llama Alambrito, un pájaro de plumas verdes, rosadas y grises. Imagino a Alambrito entre las crines de Azúcar susurrándole algún relato contado por el viento en esos campos infinitos, de árboles en fila como gigantes impacientes que liberan las hojas durante el otoño. Dos amigos que se hacen compañía y comparten el amor por naturaleza. Aunque el sol bosteza y se despide en la línea del horizonte, ellos no se separan. Mientras Alambrito entona una dulce nana, Azúcar va cerrando lentamente los párpados y comienza a soñar con el próximo amanecer.

Samy y Gabriela no se conocen, pero comparten sueños e historias similares. Las dos dejaron un día su país natal (Argentina y Cuba) para lanzarse a cazar historias y luego transformarlas en suaves palabras que se enredan en los oídos de los niños y los hacen sonreír.

Mientras Alambrito revoletea sobre mi cabeza, Azúcar lo observa con atención y suspira. Es casi la hora de irse a descansar, sin embargo, el pajarillo se empeña en contarnos algo que le ha susurrado la brisa. Debajo del escritorio, el Duende del Día Martes se esconde debajo de mi manta roja. Cree que no nos hemos dado cuenta de su presencia. Le seguiremos la corriente a ver si en un descuido asoma por fin la cabeza y podemos conocerlo.

Fotos: Cortesía de las autoras

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