El faro

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Le contaron que sobre la lava petrificada yacen recuerdos milenarios y recientes. Es como una especie de memoria del tiempo donde quedan registradas las voces de la tierra y los mares. También le aseguraron que si caminaba descalza sobre la rigidez de las piedras escucharía el canto de las sirenas y los susurros de las mareas. Y así anda, con los pies desnudos y cabizbaja, pisando huellas de otros, atenta a los ecos de antaño, a los lamentos de la brisa. 

Cada tarde recorre el mismo camino. Sabe que al final de la cuesta empinada está el faro. Allí se queda ensimismada, conversando con la reina de los mares. Ella entiende su nostalgia, ella sabe que el salitre es el mejor aliado de las heridas. El manto azul se extiende sobre las rocas puntiagudas. La reina le hace un guiño y le extiende la mano. Ella se deja llevar. El manto la acoge. El mar le lame los pechos. El lamento cesa. Las luces se apagan.
Belkys Rodriguez Blanco ©

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