Aunque el verano se anuncia en los retoños, ella sigue con la nieve sobre el tejado. La porfía del sol la seduce, sin embargo la frialdad afinca sus garras allí donde el calor no puede tocarla, donde los recuerdos, de tanta ausencia, se volvieron intangibles. La soledad de un invierno tardío se le mete en los huesos y la deja a merced de las corrientes heladas. Ondulantes desiertos de polvo blanco, infinitos, inevitables. Abismos que la tientan y la salvan y por fin la abrazan.
Belkys Rodríguez Blanco ©