El tinte la mira de soslayo y luego bosteza. Hace unos pocos días daba saltitos de alegría pensando en cubrir las canas con su manto milagroso. Ante la obstinada desidia de la mujer hoy se muestra aburrido y quizás decepcionado. Las canas respiran aliviadas como la madre naturaleza últimamente, y agradecen la complicidad de la señora. Consideran al tinte su enemigo acérrimo y un elemento altamente contaminante y, por lo tanto, peligroso. Cada uno espera salirse con la suya obviando la opinión de la fémina. Sin dar cabida a la menor sospecha, ella los deja alimentar ese odio mutuo mientras prepara la máquina cortapelo que ha comprado en Amazon. Secretamente, siempre ha envidiado la valentía y la mirada lánguida de Sinéad O’ Connor.
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