A mi isla de hielo y fuego
Primero fue la ola apaciguando la rudeza de las piedras. Luego las torres desafiando las corrientes. Pájaros marinos a merced de las mareas. Resignados emigrantes viajando al sur, el único punto cardinal habitable. Sin embargo ella, en su porfía, voló al norte, a contracorriente, la mirada indomable, las piedras proféticas en el puño cerrado.
Se llamaba Freyja, diosa de la estrella Polar, espíritu de los volcanes y los glaciares. Dueña de su destino y de las voces guerreras, cabalgó altiva sobre el día eterno. El mar de lava bajo un cielo gris fue su único lecho. Allí dejó enterrada el alma mientras sus huellas vagaban como dulces sombras entre el fuego y el hielo. Libre navega la diosa boreal, aferrada a la única tabla que puede salvarla. Proa al norte, desafiando sin pestañear a la cordura.
Belkys Rodríguez Blanco ©