Islandia

El Túnel

1 Incluso en aquellos angustiosos momentos, el señor Zaisberger creía tenerlo todo bajo control. Una luz indiscreta apuntaba directo a la nuca y, según él, violaba la intimidad del túnel. Quizás a estas horas su único amigo lo odiaba y había cruzado ya medio mundo para escapar. Él, sin embargo, estaba allí, de rodillas y

El alacrán emigrante

A una guajira que conocí en los fiordos del oeste de Islandia El animal no se lo pensó dos veces y se coló de madrugada en la maleta aún a medio hacer. Sabía que la mujer partiría a primera hora hacia Europa. Cansado de una vida monótona y de los lamentos de todos los que

El viajero

A Diego por su nobleza y su valentía. El horizonte observó con curiosidad al viajero y él le sostuvo la mirada. Tenía sangre nómada y unos deseos irrefrenables de conquistar su destino. La estrella polar marcaba el rumbo. La noche era clara y el viento estaba a su favor. El horizonte se preguntaba quién era

Diosa del norte

A mi isla de hielo y fuego Primero fue la ola apaciguando la rudeza de las piedras. Luego las torres desafiando las corrientes. Pájaros marinos a merced de las mareas. Resignados emigrantes viajando al sur, el único punto cardinal habitable. Sin embargo ella, en su porfía, voló al norte, a contracorriente, la mirada indomable, las

Luces del Norte

A Diego, mi duende del invierno.  El niño se quedó mirando fijamente el gran ventanal. En sus pupilas se reflejaban aquellas serpientes multicolores y ondulantes que recorrían con parsimonia el cielo polar. La madre lo vio sonreír y agitar las manitos como si quisiera alcanzarlas. Ella también tenía la vista fija en el amplio cristal.

Vampiros en el norte

A Diego Érase una vez un vampiro avispado que se mudó al norte del planeta un día antes de Navidad. Instalado en Reykjavík, capital de Islandia, dejó de preocuparse por la salida del sol. A pesar de los altos precios de las bebidas alcohólicas, era tal su euforia que compró dos cajas de aguardiente vikingo

Crines en el viento

Solo el viento sabe sus secretos, solo las caricias pueden descubrir la suavidad del pelaje. Los ojos redondos y profundos te dejan el alma al descubierto. Huellas firmes sobre la hierba. Crines que se agitan enloquecidas por la fuerza del vendaval. El eco de otros tiempos llega como un susurro leve y cuenta historias en

Nevada

Me acuerdo de la primera nevada de mi vida. Tenía veintinueve años. Salí al jardín en aquel país donde los elfos te espían desde sus refugios, abrí los brazos y dejé que los copos se acurrucaran en los pliegues de mi abrigo negro. Era otoño, como hoy. El abrigo sigue colgado detrás de la puerta

Kertasníkir

Desde las heladas montañas islandesas llega el último troll navideño. La aurora boreal tiñe el cielo de un mar ondulante de colores. El brillo de una estrella marca el rumbo de los sueños. Kertasníkir, el hombrecillo que trae las velas, va llevando la luz a los corazones de la buena gente. Sopla el viento que viene