Sin categoría

Solsticio de verano

Mostró la herida como quien presume de un trofeo. Ya no sangraba. Aunque apretaba los dientes y se estrujaba las manos con rabia, se había acostumbrado al proceso de cicatrización. Era lento, doloroso y picaba mucho, pero esta era ya la tercera vez que la agredían mientras sorteaba la noche más oscura. Veterana en estas

La punzada del guajiro

Hay un Macondo más allá de las páginas de Cien años de soledad. Está en la isla de Cuba, al surde la provincia La Habana; en el pueblo donde vivió el mexicano que compuso el vals Sobre las olas y la negra Gelasia leía el futuro en los caracoles. Allí nació y creció la autora

Muros

Hay muros que se parecen a otros que dejaste atrás, donde la gente se sienta bajo un sol inclemente y reza a Yemayá pidiendo un milagro. Donde el sudor y el salitre se abrazan en la agonía del encierro. Este es otro muro, en una ciudad libre de huracanes; un rompeolas donde te encaramas, cantas

El síndrome de Estocolmo

Se ha convertido sin proponérselo en su perro faldero. Pensó que se quedaría con ella solo unos meses, pero ahora sabe que se ha instalado en su vida definitivamente. Cuando se dispone a salir de casa la mira de reojo para ver si se despista y puede librarse de su compañía, sin embargo salta sobre

Ilusiones

La abuela le contó a Susana sobre las personas que tenían que abandonar su tierra natal por culpa de la guerra o el hambre. Tenía sólo seis años pero la anciana sabía que era inteligente y muy observadora. Vivían en el tercer piso de un edificio antiguo en la calle comercial de la ciudad. Allí

Rivalidad

El tinte la mira de soslayo y luego bosteza. Hace unos pocos días daba saltitos de alegría pensando en cubrir las canas con su manto milagroso. Ante la obstinada desidia de la mujer hoy se muestra aburrido y quizás decepcionado. Las canas respiran aliviadas como la madre naturaleza últimamente, y agradecen la complicidad de la

El amor en los tiempos del virus

Iluminada caminaba de un lado a otro de la casona familiar como un alma en pena. Sus padres le habían prohibido salir a la calle pues un extraño virus castigaba al pueblo y ya se había cobrado la vida de muchas personas. Ella no aceptaba la situación y se estrujaba las manos con nerviosismo pensando

Corin

A la memoria de una campeona Mientras veía la película “El llamado de lo salvaje”, se me ocurrió que ella no había muerto. Simplemente su espíritu había viajado a esos bosques interminables en algún lugar en el norte del mundo. Entre ríos y montañas su alma cansada escuchó la voz de sus ancestros y se