El comején se comió la gaveta, María, no se me quita eso de la cabeza. Llevo una semana sin dormir. En este maldito país todo ha cogido comején. Te das media vuelta y te taladran las entrañas. Tienen hambre los bichos, y el pobre viejo matándolos con queroseno, cuando tiene dinero y pasa el vendedor ambulante. No hay otra cosa. Miseria y podredumbre. A veces quisiera bebérselo para descansar, del comején y de un país que se estrelló hace años contra los arrecifes, igual que las carabelas cuando las sorprendía un huracán entrando al Caribe.
La gaveta estaba llena de recuerdos, de cuando el viejo era un mozo y con diez centavos se comía un buen pan con bistec y se tomaba un lager en el bar de Arquelio. Ahí guardaba las fotos de sus padres, de sus hermanos emigrantes, de su boda con aquella muchacha que cojeaba un poco, pero era linda como una mariposa en medio del campo. Hasta las fotos de los perros con los que se iba a cazar estaban en esa gaveta, María. Ya sabes cuánto quería el viejo a sus perros. Cuando la abrió aquella noche ya no había nada que salvar. Los muy asquerosos se lo habían zampado todo, hasta el lacito rojo que le ponía su madre para el mal de ojo. Los ojitos de Santa Lucía y la piedrita azabache se salvaron del estropicio porque era imposible meterles el diente.
¡Qué mala suerte, María! El viejo ha perdido la gaveta y los recuerdos. Esos jodidos bichos no respetan nada. Aunque te parezca descabellado, pena me dan. Tienen hambre como todo el mundo en este país. Hambre crónica, hambre genética. Eso no pasaba cuando el viejo era un muchachito que ayudaba al padre en el taller de carpintería. ¡Qué va! Eran muchos hermanos y a veces no tenían para ropa y zapatos, pero con unos pocos centavos compraban un pedazo de carne de res en la carnicería de Pancho y la madre hacía una buena sopa. Eran pobres, sin embargo nunca pasaron hambre. Él, que era el mayor y su padre, trabajaban como mulos de sol a sol y nunca faltó la comida sobre la mesa. Y turrones en Navidad, sidra El Gaitero, lechoncito asado y tamales. El viejo se acuerda de eso y llora lamentando su suerte. El país se hunde, María, está carcomido, derrotado.
La gaveta
¿Qué va a ser del viejo, María? En esa gaveta estaba su pasado. Los comejenes se lo han quitado, también su presente y su futuro. Con la pensión miserable que gana no le dará ni para pagarle a Raulito el arreglo de la cómoda de su abuela Margarita. Vamos a suponer que el muchacho no le cobra por pena, porque sabe que el viejo no tiene ni donde caerse muerto y le hace una nueva. ¿Qué coño va a guardar en la gaveta, María? ¿El pan duro?, ¿la dentadura postiza?, ¿los desengaños? El viejo está acabado, María. Los comejenes le van a comer hasta las tripas. En este país todo el mundo tiene hambre y ellos no son una excepción.
Fotos: Johnny Briggs/Sebastian Herrmann
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