Emigrantes

La pesadilla del emigrante

Hoy tenía cita para la ITV (así le llaman por acá a la inspección técnica del vehículo), y fui a mi centro de salud a hacerme una analítica. Sentados frente a mí había dos jóvenes africanos, tal vez eran menores de edad, no lo puedo asegurar; emigrantes sí, a todas luces. Venían con una traductora.

La vendedora de corbatas

Se acerca a la tienda en dólares y comprueba que un día más falta el queso crema. La angustia la paraliza, se lleva una mano al pecho y cree que perderá el sentido. «Inadmisible. Esto es un desastre nacional, la hecatombe», grita sin ser consciente de ello. El cancerbero que está plantado como un roble

La gaveta

El comején se comió la gaveta, María, no se me quita eso de la cabeza. Llevo una semana sin dormir. En este maldito país todo ha cogido comején. Te das media vuelta y te taladran las entrañas. Tienen hambre los bichos, y el pobre viejo matándolos con queroseno, cuando tiene dinero y pasa el vendedor

El alacrán emigrante

A una guajira que conocí en los fiordos del oeste de Islandia El animal no se lo pensó dos veces y se coló de madrugada en la maleta aún a medio hacer. Sabía que la mujer partiría a primera hora hacia Europa. Cansado de una vida monótona y de los lamentos de todos los que

De ausencias y ausentes

Andan todos desperdigados, como átomos libres viajando sin equipaje por el universo. El primo en Florida, saltando en un castillo inflable en Disney World. Ella en Noruega, intentando cazar cotorras en los fiordos. Los tíos en Filadelfia, paleando la nieve para salir de casa. Todos preguntándose por qué, a santo de qué andan cabizbajos, contemplando