Reunciar a la inocencia.
El alma pide a gritos un callo
que la proteja de la iniquidad.
Renunciar a la lágrima pueril.
Burlarse de las heridas
aunque no cicatricen y se pudra la carne.
Echarle sal marina al arañazo y aguantar.
Con los dientes muy apretados,
gritar hacia adentro,
inspirando la rabia.
Que el corazón se encoja
ante el grito de guerra.
Que salte el gladiador
y se enfrente desnudo
a los dientes de la fiera.
Renunciar a la espada y al escudo.
El alma necesita un callo
que la proteja de tanta podredumbre.
Renunciar a la inocencia
antes de que sea demasiado tarde.
El guerrero espera impaciente
con los músculos tensos,
el ceño fruncido y
el grito agazapado en la garganta.
La fiera acecha
hambrienta y despiadada.
La compasión se desviste,
la inocencia la espera
en el campo de batalla.
Belkys Rodríguez Blanco ©