Microrrelatos

Una historia de Oriente

Creí que los fantasmas perdíamos el olfato, pero tengo que reconocer que mi compañero de habitáculo tenía razón. Ayer lo pude comprobar. Decidí cruzar la frontera del barrio de San Nicolás y me fui a explorar las tienditas de la calle Primero de Mayo. Un intenso olor a pan recién horneado coqueteó con mi pituitaria

El Coleccionista II

Hoy he amanecido con el “moño virao”. Así decía mi abuela, la que tiraba los caracoles intentando enmendar el pasado y mejorar el futuro. Eso quiere decir que estoy de muy mal humor. Anoche, mi compañero de habitáculo metió una fulana en la habitación sin mi consentimiento y estuvieron hasta las tantas bebiendo, riendo y

El Coleccionista

No salgo de una para entrar en otra, como diría mi abuelita. Debe de ser ese asunto escabroso de la menopausia y su baile de hormonas desequilibradas-las fantasmas también la padecemos-; en fin, por mucho que intento mantenerme al margen de los chismorreos de este barrio, siempre llega a mis oídos alguna historia terrorífica, susurrada

La noche en su laberinto

La noche es un río negro que discurre en la espesura del monte. Agazapada espera que amanezca y la tenue luz traiga consuelo para la carne maltrecha. Pero hoy el sol se avergüenza de los hombres en su impío cortejo a la muerte. Amordazada y malherida vaga como sombra errante, como velero en medio de

Solsticio de verano

Mostró la herida como quien presume de un trofeo. Ya no sangraba. Aunque apretaba los dientes y se estrujaba las manos con rabia, se había acostumbrado al proceso de cicatrización. Era lento, doloroso y picaba mucho, pero esta era ya la tercera vez que la agredían mientras sorteaba la noche más oscura. Veterana en estas