Sin categoría

La última princesa

Sentada en aquel bar, dándole la última calada al cigarrillo, Estrella recordó el cuento de Cenicienta. Aún guardaba aquel libro que olía a los días más felices de su infancia. Cada noche, al llegar a su apartamento, lo hojeaba hasta que se quedaba dormida en el sofá. Entonces soñaba con su madre leyéndole la historia

Aullidos

A  J. C. Aúlla el viento mientras me acaricias. Se estremecen de frío los cristales. Ruge el mar más allá de tus manos y tu sexo. Traspasas la noche y los sentidos permanecen insomnes, alertas. Luego se quedan adormilados, rendidos, abrazados a la calidez de las sábanas. Aúlla mi garganta mientras el viento indomable me

Recomenzar

Deja que la brisa sea tus alas. Tiende el corazón al viento para que cicatricen viejas heridas. Deja que el mar encabritado te salpique cada sueño, cada derrota, cada acierto. Tiende las alas mojadas en la orilla. El salitre las cura, las fortalece, las renueva. Despliega luego el alma y acepta la bondad de una

Mariposa en el océano

A la memoria de mi abue, la muchacha más bonita del pueblo. Ella también se convirtió en mariposa y voló a ras de los mares. Ella tenía la sonrisa diáfana, las manos laboriosas, los ojos grandes y nobles y una canción siempre en los labios. Ella amó a un playerito que fue pintor y marinero.

Río de luna

A Juan, un superviviente Me llamo Ignacio Pérez y estoy solo en este mundo. Cuando cumplí los trece años mi madre, el único familiar que me quedaba, murió repentinamente. Dicen que el corazón le falló y no me extrañó pues era una mujer apasionada. Mi padre nos abandonó el mismo día que cumplí un año

Bajo la lluvia de otoño

A Juan La lluvia y el abrazo. El agua que lame con parsimonia las aceras y los sentidos. La frialdad que despoja de incertidumbre la noche. Las gotas sobre los adoquines y las confidencias. Una canción en los labios de ella. El deseo en las manos de él. Caminan tan juntos que el aliento parece

Años

Los años de la abuela desaparecieron en su memoria. Sabía que hoy cumplía muchos pero prefería olvidarlo. Con absoluto desparpajo me respondió ante la indiscreta pregunta: “Los años se me perdieron igual que las gafas, mijita”. Una carcajada puso punto final a mi curiosidad y entonces me di cuenta de que aquella hermosa mujer que

En territorio onírico

Aquel sentimiento dulce en el pecho la empalagaba y le subía los niveles de glucosa en sangre. Prefería lo agrio, era mucho más sano. No había pegado ojo pensando en aquellas manos que jamás la habían tocado. No necesitaba irse a la cama para soñar con él. Con los ojos muy abiertos y a plena

Punto final

Cuando llegó a la última página percibió una esencia que le era familiar. No podía recordar lo que había sucedido pero conocía aquel olor que ahora lo embriagaba. Instintivamente acarició la frase inconclusa y cerró los ojos ante el goce que le producía el contacto con el papel. El punto lo incomodaba bastante. Era un