Relatos cortos

La vendedora de corbatas

Se acerca a la tienda en dólares y comprueba que un día más falta el queso crema. La angustia la paraliza, se lleva una mano al pecho y cree que perderá el sentido. «Inadmisible. Esto es un desastre nacional, la hecatombe», grita sin ser consciente de ello. El cancerbero que está plantado como un roble

El cuadro

El hombre mira con desdén el pincel que yace sobre la mesa de caoba. Vuelven las náuseas al recordar aquel día aciago. Observa el lienzo en blanco y siente la punzada de la ira en la boca del estómago. El estudio se ha convertido en una trampa y él en una alimaña hedionda que agoniza.

Rebeca II

La niña de carita angelical se había transformado en una especie de monstruo de feria. La abuela se recluyó en su habitación y, presa del mutismo y la desolación, estuvo una semana sin probar bocado. Los familiares abandonaron a toda prisa la casa y cada estancia se hundió en un silencio insondable. Las malas lenguas

El Túnel

1 Incluso en aquellos angustiosos momentos, el señor Zaisberger creía tenerlo todo bajo control. Una luz indiscreta apuntaba directo a la nuca y, según él, violaba la intimidad del túnel. Quizás a estas horas su único amigo lo odiaba y había cruzado ya medio mundo para escapar. Él, sin embargo, estaba allí, de rodillas y

Los Reyes que no eran magos

Cuando Rosaura era pequeña le contaron que la Navidad y los Reyes Magos eran obra de la propaganda enemiga para desestabilizar el gobierno. De manera profiláctica, el arbolito y el nacimiento fueron sustituidos de la noche a la mañana por dibujos animados rusos en blanco y negro que hicieron llorar a mares a toda su

Ángela y el Caballero

Siento haber estado en silencio tantos días. Me fue imposible hilvanar dos frases seguidas después de llegar de una fiesta que alguien me comentó que era por Halloween, aunque no se ajustara exactamente a la fecha de celebración. Traía una historia en el tintero, pero ni el Hemicraneal me libró del dolor de cabeza. Por

La historia de Chichita

Vagaba por las polvorientas calles del pueblo como alma en pena. La suciedad se había incrustado en su negro pelaje. No quería comida, solo anhelaba una caricia, una frase amable que arropara su apaleado espíritu. Doris le ponía comida en un rincón del portal de su casa y la llamó Chichita. El animal la miraba

La punzada del guajiro

Hay un Macondo más allá de las páginas de Cien años de soledad. Está en la isla de Cuba, al surde la provincia La Habana; en el pueblo donde vivió el mexicano que compuso el vals Sobre las olas y la negra Gelasia leía el futuro en los caracoles. Allí nació y creció la autora

El alacrán emigrante

A una guajira que conocí en los fiordos del oeste de Islandia El animal no se lo pensó dos veces y se coló de madrugada en la maleta aún a medio hacer. Sabía que la mujer partiría a primera hora hacia Europa. Cansado de una vida monótona y de los lamentos de todos los que