Microrrelatos

Lágrimas negras

La lámpara de lágrimas había permanecido durante más de un siglo en la misma estancia de la casona de la calle Claveles. La singular combinación de acero y cristal negro daba forma a una pieza única y robusta. Tanto era así que en ella amanecieron ahorcados tres miembros de la familia Aspuru-Martínez, sin embargo, resistió

El cha cha chá de Cachita

“Cachita está alborotá y ahora baila el cha cha chá”. Pipo, el Mantequilla, sonreía dejando el diente de oro a la intemperie, mientras avanzaba en su flamante Ford del 56 por la calle principal del pueblo. Negro como el culo de un caldero, vestía siempre de blanco y llevaba un pañuelito rojo en el bolsillo

Vampiros en el norte

A Diego Érase una vez un vampiro avispado que se mudó al norte del planeta un día antes de Navidad. Instalado en Reykjavík, capital de Islandia, dejó de preocuparse por la salida del sol. A pesar de los altos precios de las bebidas alcohólicas, era tal su euforia que compró dos cajas de aguardiente vikingo

Insomnio

El viento era especialmente cruel aquella madrugada. Removía el polvo acumulado y los fantasmas, desvelados e inquietos, no encontraban sosiego en ningún rincón de la casa. Si bien era cierto que no hacían ruido, a ella se le erizaba la piel de la espalda y daba vueltas en la cama, flotando en un duermevela que

La mecedora

A Manuel Díaz Martínez La anciana se mece en el sillón y escucha distraídamente el implacable tic tac del tiempo. Acostado sobre la tierra reseca el perro la mira, cómplice de las horas y la desidia. La madera emite un leve quejido como señal inconfundible del desamparo. Un hilo de color blanco la mantiene sentada

Lucrecia y el Sol

A la Mariposa se le mojaron las alas con el sereno. Desconcertada, pensó que nunca más podría volar. Lloró con los puños apretados y, entre sollozos y maldiciones, se refugió bajo los pétalos de un girasol. Ante tanta algarabía, el Sol se asomó por la línea del  horizonte y, mientras estiraba brazos y piernas, se

Sequía estival

Ni una sola palabra, ni con falta de ortografía. Ni una sola frase coherente o incongruente. Abulia estival, suelo reseco y cuarteado, neuronas desconectadas, aguaceros pendientes. Se  quedó inmóvil, con la mirada clavada en la cuartilla impoluta, quizás desteñida como los fantasmas que andan sigilosos por las madrugadas insomnes. Miró al techo con desgana y

La radio

A la Habana de 1994                                              Mientras en la radio hablan de xenofobia, de elecciones, de atentados y de ballenas que deciden suicidarse en la orilla de algún océano, ella intenta desvestir su ausencia para calentar su propio cuerpo. Le cuesta porque tiene las ropas muy ceñidas, duerme  profundamente y no quiere que se le moleste.

Invierno tardío

Aunque el verano se anuncia en los retoños, ella sigue con la nieve sobre el tejado. La porfía del sol la seduce, sin embargo la frialdad afinca sus garras allí donde el calor no puede tocarla, donde los recuerdos, de tanta ausencia, se volvieron intangibles. La soledad de un invierno tardío se le mete en los huesos

Nubes

A Joaquín Nieto por devolverme las nubes de mi infancia. Era un niño enfermizo por eso se acostumbró a contemplar los nubarrones desde la ventana. Mientras sus amigos correteaban semidesnudos bajo el aguacero, él se conformaba con estirar el brazo para sentir la frialdad de la lluvia sobre su piel blanquecina. El olor a tierra